Asesinos
Apelasteis a la injusticia del mundo para un uso depravado. Carne de plomo tóxico; pólvora ardiendo en los ojos de la serpiente y el hacha. Nacidos de una sarna rabiosa sobre un lecho de moscas muertas. Cubristeis de infamia la inocencia desarmada con salvajes mentiras en horas de silencio. Un mundo desprevenido os daba la espalda. Ocultos y a traición, derramasteis su sangre fácil sobre vuestras inútiles mañanas.
Sucias moradas de un pensamiento enfermo, de injusticia fingida, de inteligencia violada. Adorasteis el trono sangriento del rey cobarde que pisa el frágil cuello del cordero, riendo a carcajadas de su débil balido de miedo. Náufragos perdidos en un mar abyecto, débil voluntad esclavizada, navegando sonámbulos hacia el abismo de sangre sobre el horizonte. Verdugos de la razón y sordos al «No matarás». Enloquecidos por el odio mamado. El Diablo prendió un pestilente fuego negro en vuestras entrañas que os devoró el alma cuando aún estaba naciendo.
Acabado el festín caníbal diréis que era «lucha armada, que era amor al pueblo». Vuestras cabezas de carnero serán laureadas, vuestros nombres ensalzados por jaurías de bárbaros analfabetos, se usarán para bautizar; plazas, calles y mercados, pero nunca el campo santo del que fuisteis serviles vasallos. No lloverá suficiente fuego sobre vuestras irrecuperables almas muertas. Ninguna palabra humana podrá definir vuestro terror impuesto, vuestra infamia.
Un coro de voces inocentes, flotando en todos los vientos que van al Norte, os preguntarán durante la eternidad; porqué robasteis sus mañanas, porqué su sangre fue derramada para honra de vuestra nada. Porqué encadenasteis la piedad y blasfemasteis contra el humilde que nunca os hizo nada.
Os mintieron desde la cuna, ahora lo sabéis, siempre lo sospechasteis, y aún os dejáis sobornar para disimular el insoportable hedor de vuestra criminal algarada. No, no; nunca fuisteis el sueño libertario del revolucionario romántico, nunca hubo causa ni elevado destino, solo inútil, cruel asesinato.
Vuestro futuro será la noche negra aullando en vuestros oídos el lamento de los ausentes. Salivazos de desprecio rojo a vuestras risotadas.
Aún podréis libraros del enorme peso, de la enorme carga por tanta sangre dulce derramada. Huid del aquelarre adulador y embustero, buscad el sendero del perdón en vuestro oscuro Karma, por el caminareis hasta las puertas de una mítica ciudad, allí, cerca de la puerta del Oeste, en un campo de olivos, encontraréis al Iscariote colgando del cuello, en su árbol. Os espera desde hace mucho tiempo y os dará la bienvenida con un beso, como no, traidor. Complacido al fin de abandonar su soledad os prestará gentilmente su soga «liberadora», mientras; os acurrucará entre sus brazos descarnados y con suave canto os susurrará al oído el criminal estribillo, a modo de nana: ¡Euskadi Ta Askatasuna!.
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Músico, fotógrafo y escritor, sendas en busca del mismo fin, la particular manera de vivir y en consecuencia, expresarlo.